Neuralink sorprendió el año pasado con la primera demostración pública de su tecnología. A través de un vídeo, la compañía de Elon Musk compartió evidencia de un mono que logró controlar un videojuego sin usar las manos, gracias a un implante cerebral desarrollado por la empresa.
Los experimentos que comenzaron con un grupo de 23 monos no van muy bien a la fecha. Más allá de los logros técnicos destacados inicialmente, a la fecha ya son 15 los animales de este grupo que han muerto, tras portar un dispositivo implantado que les debilitó fuertemente la salud.
Los «chips cerebrales» que este año Neuralink quiere probar en humanos debilitan la salud de los monos usados en sus experimentos
La mencionada empresa de implantes cerebrales fue presentada al público señalando que su principal objetivo es medicinal, focalizado en la rehabilitación de personas con padecimientos como el Parkinson, parálisis u otras enfermedades neurodegenerativas, así como también podría ser utilizado para prevenir ataques cardíacos, generar hiperinteligencia y otras posibilidades que podrían ser evaluadas en el futuro.
En 2020 conocimos el primer dispositivo de esta categoría desarrollado por la empresa: Link V0.9. Se trata de un chip del tamaño de una pequeña moneda que, implantado en el cerebro, se conecta con las neuronas aledañas al aparato para interactuar con sus señales.
La alta similitud genética entre primates y humanos hacen de estos animales los predilectos de los experimentos científico tecnológicos para realizar ensayos, antes de hacer estudios clínicos con humanos. Los primeros ensayos de Neuralink no fueron la excepción.
A menos de un año de la primera demostración pública comentada al inicio, un reporte reveló que a la fecha han muerto más de la mitad de los monos utilizados en los experimentos de la empresa, 15 de los 23 animales, tras sufrir todos tortuosos meses portando el chip.
Physicians Committee for Responsible Medicine (PCRM), una agrupación animalista estadounidense, accedió a informes de las investigaciones de la compañía, tras elevar una solicitud pública a la Universidad de California Davis, socios iniciales de Musk, quienes participaron en en la empresa hasta 2020.
Tras obtener acceso a 700 páginas de documentos, el PCRM denunció a Neuralink ante el Departamento de Agricultura de Estados Unidos, presentando un informe con la evidencia de maltrato recabada. En su queja, señalan que Neuralink y el personal de la Universidad de California Davis no brindaron a los monos moribundos atención veterinaria adecuada.
El menoscabo de la salud de los animales utilizados en el experimento tiene entre sus factores el uso de una sustancia no aprobada, conocida como «Bioglue», que destruyó partes de sus cerebros y terminó matándolos. Además, sin garantizar lo que debería ser un piso ético, se acusa también que la empresa no proporcionó el bienestar psicológico a los monos asignados al experimento, manteniéndolos enjaulados solos y con postes de acero atornillados a sus cráneos.
El PCRM denunció también que los monos sufrieron traumatismos faciales, convulsiones tras el implante de los chips e infecciones recurrentes en las zonas cercanas a la intervención. Ante tal deterioro de la salud de estos animales, algunos fueron sacrificados por Neuralink y la Universidad de California Davis en medio de este experimento.
En caso de ser condenados, Elon Musk y sus antiguos socios podrían enfrentarse a nueve violaciones a la Ley Federal de Bienestar Animal. Según el New York Post, medio que reportó haber accedido al texto íntegro de la denuncia, mientras la Universidad de California Davis trata de desmarcarse de las acusaciones de maltrato, recalcando que ya no forman parte de la empresa, Elon Musk ha optado por guardar silencio ante las consultas de la prensa.
Fuera de poner en tela de jucio el futuro de los ensayos clínicos en humanos de esta tecnología, proyectados para finales de este año, esta situación abre el espacio para cuestionar también bajo qué criterios éticos y estándares de calidad se desarrollan los ensayos con seres vivos y sintientes. Aunque los errores ocurren y son propios de estas etapas, la alta tasa de mortalidad del experimento y las graves consecuencias desatadas a nivel generalizado, permiten al menos presumir que las pruebas se apresuraron, pasando por alto tal vez algún detalle evitable.
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Autor: Nicolás Verdejo